martes, 28 de junio de 2011

CRÓNICA


Las caricias del cansancio

El ejercicio del caminar ha favorecido a mucha gente desde tiempos muy antiguos. hasta forma parte de la terapia de algunas personas para el mejoramiento muscular y circulatorio de su cuerpo. Algunas pacientes de este tipo de medicaciones están obligados a caminar largos kilómetros, incluso 20 Km. al día.
En una reunión por cumpleaños de un amigo muy cercano a, conocí a un grupo de personas que se dedican  a esta actividad tan solo por gusto y anualmente caminaban desde Pimentel hasta Motupe. curiosamente me comentaban que faltaban pocos días(Agosto) para la nueva partida en su largo caminar en el cual me comprometí a participar, ellos encantados me aceptaron con un nuevo integrante, después  de largo rato conversando me iba dando cuenta poco a poco lo difícil  que se mostraría esta dichosa caminata. La cual duraría 2 días enteros hasta la llegada a la conocida cruz de Motupe o de Chalpón.
Nos reuniríamos el día jueves próximo a las 10 PM para confirmar la salida y descansar  en la casa de uno de los cómplices de la caminata. Partiríamos el sábado tres en punto  de la mañana tan rápido como lo mencioné llegó el día. esperando el momento muy ansiosos no pudimos dormir esa noche y pronto nos cayeron las tres, salimos más que apurados de la casa en que descansamos y pronto estábamos en el parque principal de Pimentel ,el cual era el punto de partida, exactamente tres más quince minutos de la madrugada salimos todos preparados con mochilas y algunas cámaras que serían testigo de nuestro largo andar nos despedíamos del parque que a esa hora era mudo, solo el pasmoso sonido de las olas del mar se escuchaban tan cerca, como si fuera el mar un acompañante dispuesto a seguirnos.

La aventura comenzó

 Así partimos desde Pimentel siendo 15 las personas en la lucha. La emoción y la curiosidad por saber quiénes eran los que llegarían era muy notable entre nosotros avanzando a paso apurado casi llegábamos a Chiclayo solo nos llevó 2 horas completas. Uno de mis compañeros propuso la primera merienda, pero nuestro guía, quien tenía mucho más tiempo en esto se negó y aclaró que nos afectaría comer tan temprano así que aguantaríamos hasta llegar a Lambayeque, todavía no estábamos cansados, pero si teníamos un poco de hambre aceptamos y a la vez apuramos el paso hacia nuestro destino. Después una hora y media de seguir andando a lo lejos se podía distinguir un pequeño parque que a su alrededor, con letras grandes hechas de piedra, decía "bienvenidos a Lambayeque" con alegría corrimos todos para nuestras primeras fotos. Ya un poco cansado trataba de mirar el mercado de la ciudad para desayunar y me di cuenta que estaba un poco retirado del lugar donde nos encontrábamos. Seguimos caminado unos minutos y llegamos, tiramos las mochilas por cualquier lugar y con mucha hambre nos alimentamos.
Era ya más de las siete de la mañana cuando terminábamos de saciar la sed y el hambre grabado todo decidimos seguir andando, algunos de mis aliados empezaba a desanimarse pero no le quedó de otra y siguió con nosotros.
Nuestro dirigente y nosotros seguíamos sin reparo por las pistas largas de la salida de Lambayeque donde lo único entretenido que teníamos a la mano era una radio que ya no podía captar todas las señales. Eran casi las 10:00 AM y el sol comenzaba a arder. El calor se unía al cansancio y la sed para hacernos el camino aún más arduo. Pero firmes entrábamos a Mochumí.

Desertor

Ya en Mochumí eran alrededor de las 11:15 AM,  las mochilas comenzaban su transformación y multiplicaron su peso por diez.
En el misterioso campo desierto por donde nos había tocado ir se reflejaba a lo lejos una casa muy colorida, esperando a que sea una tienda o algo por estilo apuramos nuevamente el paso y nos dirigimos, al llegar nos dimos cuenta que era una casa habitada por una familia personas dedicada a la venta de chicha de jora. A sabiendas que al beber  esa chicha nos afectaría poco importó y el cansancio con la sed nos obligaron a consumirla. Solo 2 vasos y como nuevos enrumbamos nuevamente cuando escuchamos las primeras palabras de desgano, un compañero  decía que ya no podía y se tiró sin remedio en la pista. Él aseguró que esperaría movilidad para regresarse. Rápida y solitaria a la vez fue su decisión ya que ninguno más se quiso unir y avanzamos por el cruel camino tan quemante e insoportable, La ciudad se me hacía infinita y sabía que aún no íbamos ni por la cuarta parte. Sin más preámbulos en mi mente la puse en blanco y me privé de escuchar mi conciencia para seguir. Joel el guía nos dijo que ya entrábamos a Túcume mire mi reloj, más lento que de costumbre, apenas marcaba las 12.

Extrañando casa

Pasando las 12 comenzábamos todos a pensar lo que haríamos si no hubieras venido, casi coincidíamos, un día de playa, jugar fútbol con los amigos y descansar viendo TV que bueno sonaba eso al menos en ese momento donde el aburrimiento mataba las ganas de seguir.
Aún circulando por la extensa carretera, ya a la 1 y algo más estábamos llegando a Illimo, nos alentaba saber eso, pues sabíamos que ahí haríamos una parada para almorzar. Completamente exhaustos llegamos al parque y nos tiramos en sus jardines frescos sin sol, grabado todo en nuestras cámaras nos dirigimos pronto al mercado. Esa comida fue para todos las más deliciosa que se había probado en la vida, sin tiempo a quejas y más rápidos que  un rayo arrancamos nuevamente, fue en Pacora donde no aguantábamos seguir andando y decidimos dormir una siesta. Eran casi las tres y nos echamos todos en un pastizal de la ciudad comiendo una fruta (guaba) que nos vendieron en el camino. Así descansamos casi tres horas, cuando Joel se paró y dijo que ya deberíamos avanzar. Con una flojera increíble nos paramos rápidamente, pues sabíamos que si no reaccionábamos rápido nos dejaría sin importarle mucho lo que nos pasaría.
Sin más reparo continuamos en pie de lucha, más veloces que un rayo vamos por la pista esperando salir de Pacora, más que agotados, sabíamos que aún nos faltaba mucho para salir de la ciudad. Era clara la preocupación del guía. Deberíamos llegar a nuestra meta para descansar antes que la noche se nos adelantara. 

Pequeño relajo

A las ocho llegamos a Jayanca. Ahí nos esperaba la casa de un compañero, al momento de llegar nos bañamos, nos cambiamos y salimos a dar una vuelta por el Pueblo, que justamente estaba de fiesta, pues no le faltaban los agasajos .Un grupo de gente adulta entre mujeres y hombres nos invitaron a su jarana, y aunque no fuimos por el cansancio la pasamos bien en el carrusel jugando fulbito de mesa. Solo fue un momento la alegría pues sabíamos que vendría el camino más insoportable. Fuimos a dormir a las 10 en punto, pues nos levantaríamos a la una a seguir caminando.

El cansancio fue más y la hora se nos pasó, es por eso que partimos casi a las dos con frazadas sobre nosotros, debido al frío intenso de la madrugada. Las fiestas seguían y a nosotros se nos había acabado el descanso.

Gran susto

Así partimos en la madrugada.  Ya domingo, la gente se quejaba por que no habían descansado lo suficiente, pero teníamos que llegar a Motupe a la hora del almuerzo y nos dolían mucho la piernas caminando por la pista grandes camiones pasaban muy cerca de nosotros, la gente se trataba de mantener unida por que casi no se alcanzaba a ver a más de dos metros. Apenas  se podía visualizar los grandes focos de los buses y camiones. A lo lejos se veía iluminada un pequeño puente y a su lado varias fábricas. De los 14 acompañantes que quedaban se quedaron a descansar en el puente ocho personas que aseguraron no poder más. Jadeantes los seis que quedábamos filmamos a los cansados que se desunieron y avanzando no veíamos fin a nuestro andar, preguntando y exigiendo un descanso acordamos que descansaríamos en el siguiente pueblito cuando el reloj ya marcaba las cuatro de la mañana llegamos a un pueblo llamado Ciudad de Dios, el cual estaba sin luz y habían algunas casas. Parecía que estaba deshabitado, decidimos descansar en unas bancas de su parquecito que se ubicaba al costado de la capilla. Cuando estábamos casi listos para dormir se visualizo a más o menos 200 metros una persona de ropa oscura que se dirigía hacia nosotros. Al verla nos paramos, iríamos a preguntarle donde estábamos exactamente y cuando nos queríamos acercar nos dimos con la sorpresa que dicha personita ya no estaba, con la mirada lo buscábamos una y otra vez, pero era inútil al poco rato escuchamos un grito desesperado de una mujer y el miedo comenzaba a apoderarse de nosotros debíamos salir de ese pueblo, pero era ya muy tarde y no había forma. Así que optamos por esperar a que amaneciera, el temor era tal que no se podía descansar cómodamente y nos las pasamos despiertos toda la madrugada.
Amaneció, eran las 6 de la mañana y la larga pista nos llamaba para seguir. Cansados todos seguimos por que debíamos llegar rápido a Motupe.

Mi rendición

El sol comenzó a quemar, el calor era tal que no parecía que estábamos en invierno, ya eran casi las 10 y no veíamos otra cosa que no sea pista y cerros. Sin agua y ningún lugar para comprar alguna bebida caminábamos intranquilos y preocupados. Las ampollas en los pies comenzaron a molestar y veíamos como algunos visitantes pasaban en camionetas. Decidí descansar en una piedra junto con un compañero, mientras los demás se adelantaban cuando quisimos seguir nos dimos cuenta que nos llevaban una clarísima ventaja y eso nos desanimaba, en ese momento comenzábamos a oír los gritos de nuestros compañeros  que se habían quedado a descansar en el puente de Jayanca. Estaban en una camioneta que habían contratado para que los llevara a Motupe, dijeron suban aunque no quería en principio, me di cuenta de las horas que nos faltaban para llegar a la ciudad, cabizbajo y un poco triste por que acepté que llegar estaba un poco lejos de mis posibilidades, subí mientras mis cuatro compañeros seguían. Rápidamente los alcanzamos con la combi y le pedimos sus mochilas para evitarles el peso, también les alcanzamos bebidas y agua para que se refresquen y pudieran llegar.
Nos encontraríamos en el parque de Motupe para juntos subir hasta la cruz, llegamos en 25 minutos mientras ellos se demoraron tres largas horas.

La llegada                                     

Sonó la alarma de mi reloj y ya eran las dos y no hace mucho que habíamos desayunado, partimos hacia la cruz todos a una mínima distancia, nos reuniríamos luego para almorzar. En un abrir y cerrar de ojos estábamos abajo, Nos llevó más o menos dos horas,  comenzamos a revisar los videos y las fotos, conversando prometimos la próxima vez llegar todos sin subir ah alguna movilidad. Almorzamos tranquilos y cogimos nuestro carro de regreso veíamos durante el viaje y recordábamos con alegría los pequeños y grandes padecimientos que pasamos, una aventura que sin duda le recomiendo.

























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